El estadounidense Robert Eggers vuelve al ruedo con “El hombre del norte”, una furiosa épica vikinga de venganza que estrena este jueves en cines y con la que el realizador se prueba a sí mismo al frente de proyectos de gran escala.
Basada en la antigua leyenda del príncipe Amleth -la que inspiró a William Shakespeare para su inmortal “Hamlet”-, la película sigue el devenir del protagonista, encarnado por Alexander Skarsgard, quien en su infancia es testigo de cómo su tío (Claes Bang) asesina a sangre fría a su padre, un rey escandinavo (Ethan Hawke), y se apropia de su madre (Nicole Kidman).
“Te vengaré, padre. Te salvaré, madre. Te mataré, Fjölnir” se transforma en el juramento del pequeño Amleth, a quien no le queda alternativa que escapar en bote del reino que en algún momento heredaría y refugiarse en Suecia, donde el tiempo lo convierte en un joven berserker, un típico guerrero vikingo intimidante por su imponencia física cubierta de pieles y su forma de pelear casi como poseído por la ira y la convicción en la inmortalidad.
Pero su existencia, afectada después de 20 años de enterrar la tragedia, cambia cuando un buen día se le aparece una misteriosa vidente -en la piel de la popular cantante Björk, siempre fiel a su excentricidad artística- que le recuerda esa última lágrima derramada por la pérdida de los suyos y de su hogar. Así, pronto llega la hora de poner en marcha una epopeya justiciera situada a fines del primer milenio.
Haciéndose pasar por esclavo, el príncipe desposeído viaja hasta la aislada granja en la que ahora su tío vive junto a su familia, mediante una travesía marítima en la que conoce a la magnética y tenaz Olga (Anya Taylor-Joy). Luego de ser comprados por Fjölnir, la dupla ansiosa de libertad -en todo sentido- lentamente teje su sangriento plan a través de secuencias reveladoras que involucran visiones, dioses y un fuerte sentido del destino.
En suma, “El hombre del norte” trae algo más de dos horas de metraje copadas por atmósferas que dan continuidad a la marca Eggers, solo que con un poco de esteroides cinematográficos y el filtro que le impone una casa productora de mayor trayectoria como Regency, despojándola en parte del control creativo y de esa sensación artesanal que tanto supo cautivar a la crítica.
La película tiene el potencial simultáneo de cumplir a medias con las ilusiones de los seguidores del director y de captar a un público más acostumbrado a la espectacularidad del séptimo arte. Quedará en sus manos privilegiar las ventajas o hacer foco en los perjuicios que puede traer este salto a los grandes presupuestos.
Fuente: Télam