Luego de ver “Godzilla”, en esta nueva versión dirigida por Gareth Edwards, uno se queda con una sensación doble.
Por un lado, un gran espectáculo visual, que finalmente hace honor a uno de los personajes más representados en el cine contemporáneo, como es el de Godzilla, bajo una secuencia de efectos especiales aceitados y que fluyen armoniosamente.
Pero por otro, un guión vacío, en algunos casos rozando el ridículo, con una carencia de diálogos atractivos, actuaciones insulsas y abundancia de clichés.
A pesar de su excelente labor en “Breaking Bad”, la representación del científico Joe Brody por parte de Bryan Cranston no logra sostenerse y mucho menos la de Ken Watanabe, quien en el papel del Dr. Ichiro Serizawa, apenas si consigue tener diez líneas en toda la película.
Además de Godzilla, en el film hay dos monstruos: estos tienen la particularidad de alimentarse de energía radioactiva y destruyen todo a su paso para conseguirla. Promediando la última parte del filme, aparece uno de los momentos más bizarros: las dos criaturas en una suerte de coqueteo, con el macho dándole a la hembra un misil nuclear, como una suerte de ofrenda.
Una de las mejores escenas para destacar, desde el punto de vista del trabajo de Edwards como director, es el salto en caída libre desde un avión de un grupo de soldados, filmada "poéticamente" con realismo.
En la celebración del 60 aniversario de este personaje, Warner Bros. decidió apostar nuevamente al monstruo japonés. Y si bien la película logra superar con creces el trabajo de Roland Emmerich de 1998, Godzilla sigue mereciendo una oportunidad de combinar guión, producción, dirección y efectos especiales, que estén a su altura.