El dulce de leche es una parte importante de la cultura argentina, junto con el tango y el fútbol. Su creación data de principios del Siglo XIX.
Por su versatilidad y sabor, es uno de los productos más emblemáticos de la gastronomía argentina: “Al igual que la carne o el mate, se posicionó como un símbolo y está creciendo en el exterior”, contó Alejandro Bertin, gerente general y director de Establecimientos San Ignacio ( www.sanignacio.com.ar ) la firma con 80 años de historia encargada de llevar por primera vez el dulce de leche a Japón.
Reconocido como Patrimonio Cultural Alimentario y Gastronómico de la Argentina, viste la mesa de los argentinos a toda hora: endulza desde el desayuno o la hora del té, hasta se consume en postres o, simplemente, a cucharadas.
Es un producto que los argentinos consumen para acompañar tostadas, tortas, e incluso clásicos de la pastelería y panadería francesa fusionados con dulce de leche como croissant, creppes o macarons .
Desde la creación de la empresa, en 1939, el dulce de leche San Ignacio se elabora siguiendo su receta original. En 1978, llevó sus productos a Alemania, un hito que la convirtió en la primera en lograr la certificación para exportar a la Unión Europea. Hoy llega a más de 22 países y es la principal exportadora de Argentina.
Recientemente San Ignacio hizo el primer envío a Japón: se exportaron 3.780 frascos de vidrio, con 1701 kilos. “Sabemos que es el principio de algo que soñamos. Queremos transmitir al pueblo de Japón la conexión tan profunda que los argentinos tenemos con nuestro dulce de leche, así como ya la tenemos con el Tango”, dijeron desde San Ignacio.