En la actualidad es fundamental analizar el impacto ambiental que generan las edificaciones y qué estrategias podrían desarrollarse para mejorar la calidad de vida de las personas.
Año tras año, cada vez más interrogantes se suman a la lista de decisiones proyectuales de miles de arquitectos y arquitectas alrededor del mundo que buscan tomar medidas e implementar políticas que promuevan una mejora del desempeño ambiental de sus construcciones disminuyendo el consumo energético y de recursos como así también reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero y la producción de desechos.
En este camino hacia una arquitectura sostenible, se presenta un gran desafío donde según el Consejo Mundial de Edificación Sustentable, tanto los edificios como la industria de la construcción en general son responsables del 36% del consumo energético, del 38% de la energía en relación a las emisiones de carbono y del 50% del consumo de los recursos a nivel mundial. Se estima que esta huella termine duplicándose para el año 2060.
Dentro del territorio argentino y según el Balance Energético Nacional del 2017, las viviendas representan el 27% del consumo final total del país por lo que resulta importante implementar medidas de eficiencia energética, hábitos de uso de la energía y también inversiones en tecnologías más eficientes que no afecten ni al confort ni a la calidad de vida de las personas.
Al hablar de eficiencia energética se hace referencia al conjunto de acciones que permiten optimizar la relación entre la energía consumida y el producto o servicio final. De la misma manera que tantos electrodomésticos cuentan con etiquetas ya sea obligatorias o voluntarias, busca llevarse el etiquetado hacia el sector residencial con la idea de alcanzar en Argentina una reducción de la demanda de energía del 10.3% hacia el 2030.
La Etiqueta de Eficiencia Energética se constituye como una herramienta capaz de aportar datos e información a los ciudadanos sobre las prestaciones energéticas que demandan sus viviendas. Al momento de llevar a cabo un proyecto nuevo, intervenir sobre una preexistencia o comprar, vender o alquilar una propiedad, factores como las características geométricas, la orientación, los sistemas constructivos empleados, las protecciones solares y demás características del diseño arquitectónico incidirán en la misma y, por ende, en las decisiones finales de sus usuarios.
La calidad y el estado de las aberturas, las infiltraciones de aire, los equipos que se instalen para calefacción, refrigeración y calentamiento de agua, su eficiencia y la instalación de energías renovables son también características de la vivienda que deben considerarse a la hora de establecer la etiqueta de eficiencia energética.
En este documento, se hace una categorización de las viviendas de acuerdo a una escala de letras que se extiende desde la A, el mayor nivel de eficiencia energética, hasta la G, el menor nivel, y sirve para determinar la Clase de Eficiencia Energética en base a un rango de valores del Índice de Prestaciones Energéticas, determinado conforme a la Norma IRAM 11.900 / 2017. Cabe destacar que la escala de letras no será siempre la misma, sino que de acuerdo a la zona climática del país de que se trate, se irá modificando.
Variando en cada región del país, el Índice de Prestaciones Energéticas (IPE) representa un valor característico de la vivienda, que establece cuanta energía primaria demanda una vivienda para calefacción en invierno, refrigeración en verano, calentamiento de agua sanitaria e iluminación, durante el lapso de un año y por metro cuadrado de superficie. Expresado en kWh/m2 al año, este indicador es independiente del uso que se le brinde y permite cuantificar las prestaciones energéticas para realizar una comparación entre sí con un único criterio común.
Como antecedentes a nivel internacional, las certificaciones y/o leyes implementadas en países como España, Italia, Alemania o Chile dan cuenta de la necesidad siempre vigente de llevar adelante acciones en pos de lograr un ahorro energético que mantenga las condiciones de confort adecuadas en los interiores de las viviendas ya sea a través de medidas que involucren desde nuevas tecnologías de materiales hasta nuevas prácticas constructivas.
En Argentina, como resultado del Programa Nacional de Etiquetado de Viviendas, existe una serie de proyectos de leyes provinciales sobre etiquetado de vivienda desarrollados en Santa Fe, Mendoza, Río Negro, Tucumán, Salta y Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Además, desde el 2017, se desarrollaron seis Pruebas Piloto en ciudades como Rosario, Santa Fe, San Carlos de Bariloche, Mendoza – Godoy Cruz, San Miguel de Tucumán – Tafí del Valle y Salta, etiquetándose en total más de 1400 viviendas. En la actualidad, la Prueba Piloto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra en etapa de proyecto alcanzando a alrededor de 200 viviendas.
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