Para entender el déficit habitacional hay que separar el análisis en dos dimensiones. Por un lado, la dimensión cuantitativa en la que se analiza la cantidad de viviendas necesarias y la cantidad de viviendas disponibles para la sociedad. Por el otro, la dimensión cualitativa, que hace referencia a la calidad de las viviendas existentes en términos de las condiciones mínimas de habitabilidad.
Al analizar los datos que arroja la encuesta permanente de hogares que muestra la situación en los 31 aglomerados urbanos más grandes el país, es decir, sin considerar las ciudades pequeñas del interior podemos tener una cabal idea de la situación en la Argentina.
En lo que es la dimensión cuantitativa señala que en Argentina
- En el 2004 el 75% de las familias eran propietarias de su vivienda, mientras que en el 2020 se habían reducido al 70%.
- En el 2004 el 15% de los hogares alquilaba, proporción que sube al 20% en el 2020.
- El restante 10% de las familias se mantienen en la calidad de ocupantes, que pueden ser legales (ocupan con permiso del propietario) o ilegales (invasión de propiedad).
Estos datos muestran que las dificultades para el acceso a la vivienda propia vienen de larga data y no se resolvieron con el buen momento económico que tuvo el país entre el 2004 y el 2012. Esto significa que es un problema estructural. En un contexto de decadencia económica y acelerado empobrecimiento las condiciones se vuelven muy propicias para la organización de ocupaciones ilegales.
En la dimensión cualitativa se observa que:
- El 21% de los hogares no tienen viviendas con infraestructura habitable.
- El 3% se encuentra en situación de hacinamiento crítico, en las cuales hay más de 3 personas por cuarto, cabiendo señalar que este número no refleja la situación de las villas de emergencia.
- El 14% de los hogares no dispone de baños apropiados.
- El 48% de los hogares no accede a al menos uno de los servicios de agua corriente, cloacas y gas natural.
Estas falencias son aún más graves ya que los datos de la encuesta no tienen en cuenta a pueblos del interior ni a hogares rurales.
En consecuencia, la política de vivienda tiene construirse sobre los siguientes pilares:
- Hay que reducir drásticamente la inflación a niveles de un dígito anual para reconstruir el crédito hipotecario. Con alta inflación no hay crédito hipotecario. Sin crédito hipotecario sólo los más pudientes acceden a la vivienda.
- El Estado debe hacer fuertes inversiones en servicios básicos como redes de agua potable, cloacas, electricidad, gas, alumbrado público, desagües, para multiplicar los terrenos habitables y así bajar el precio de la tierra urbana.
- Promover la adopción de las nuevas tecnologías en la construcción de casas industrializadas, que son de más rápida construcción y más económicas, mediante préstamos hipotecarios subsidiados para familias de bajos ingresos.
Fuente: IDESA.org