Entre cinco amigos aburridos en pandemia, así nació el nuevo churro congelado que se impone en el mercado rosarino

Un grupo de amigos, una idea en pandemia y un negocio que crece a pasos agigantados. Chic Churros irrumpió en el mercado local y promete instalarse en todas las estaciones del año.

Federico Fernández, psicólogo y propietario de la peluquería para niños, junto a cuatro amigos tuvieron una idea de negocio cuando terminaba la pandemia. En una casa de Roldán, aburridos, comenzaron a probar masas de churros, con el sueño de crear un producto congelable y luego recuperable con el horno.

Chic Churros comenzó a dar sus primeros pasos con unas treinta recetas distintas, hasta que dieron en el clavo. “Metíamos los distintos churros en una olla con aceite hirviendo y probábamos. Explotaban y nos quemábamos. Salían mal pero nos divertíamos porque era para pasar el tiempo”, contó a Fernández a IMPULSO entre risas.

Sin embargo, esos amigos de la escuela primaria que hoy tienen entre 45 y 50 años, y cada uno incursionó en un rubro profesional distinto, entendieron que el proyecto tomó la potencia de un hobby con idea comercial.

“Dimos con un producto que es congelable para después regenerarlo con unos minutos de horno. Es de buena calidad y parece recién frito. Creemos que es el mejor del mercado, por eso empezamos a venderlo a distribuidoras y nos dimos cuenta de que gustó muchísimo”, continuó Federico.

Chic Churros tiene un año y medio de vida y no se cansa de crecer. A su cadena de producción Fernández y sus amigos sumaron ya sumaron chipás e incorporarán pastelitos y tortas fritas, todos congelados para regenerar en el horno de casa.

“Tenemos el objetivo de crear un negocio con nuestra marca e instalarlo en centros comerciales para dar una presentación diferente. La siguiente fase es presentar los churros con toppings, y dar una experiencia que incluya helados. Es un concepto que se está desarrollando, con el que luego saldremos al mercado de las franquicias”, destacó el empresario.

Chic Churros cuenta con 10 empleados en su fábrica de Carrasco al 1500 y una olla llena de sueños en el mercado rosarino. Sus dueños buscan instalar sus productos en todas las estaciones del año y llegar a la mesa de toda la ciudad.