El minuto once del segundo tiempo fue lo más importante de una noche donde el fútbol estuvo ausente entre Newell’s y Banfield. Cuando en cuarto árbitro Mariano González levantó el cartel que señalaba la salida de esa camiseta número 11 emblemática para el último tiempo en la Lepra, ponía punto final a una carrera para un cuadro, la de Maxi Rodríguez, quien se arrodilló en el círculo central, le dejó un beso al césped de su amor, el Coloso del Parque, y emprendió la retirada por última vez en su carrera.
El pitazo final de Mauro Vigliano dando por terminado un flojo Newell’s 0-Banfield 0 desataba automáticamente el reconocimiento de la gente por la leyenda, la de “La Fiera”, quien no dejó de llorar ni un minuto en toda la noche. Las luces se apagaron, ingresaron los familiares, amigos y compañeros, para comenzar el último tributo a la historia viva de la pertenencia y el amor por la institución.
El capitán leproso recibió una camiseta, mitad de Newell’s y mitad de la selección Argentina, porque gran parte de esa historia tiene capítulos jugosísimos con la albiceleste. Sus compañeros lo alzaron, lo tiraron para arriba cual adolescente, y tras cartón emprendió su vuelta olímpica, para no dejar de saludar a todos y cada uno de los hinchas, esos que no aguantaban las lágrimas.
“Es un momento muy difícil para hablar, se me vienen muchas cosas a la cabeza, de cuando empecé, todo el esfuerzo y sacrificio. Quiero agradecer en primer lugar a mí familia que fueron los que me apoyaron en todo momento, pasamos tiempos muy duros, buenos y malos pero ellos siempre estuvieron para que yo cumpla el sueño de jugar en primera división. No fue fácil, pero con el apoyo de ellos se me hizo todo un poco más sencillo. Y después, a toda esta gente maravillosa, esto es único, me voy con esta foto que no me voy a olvidar nunca“, dijo con las lágrimas a flor de piel.
Llegó el momento de un video emotivo, repasando sus momentos de gloria, el himno que tantas veces fue testigo de sus goles y los saludos de esos compañeros que lo acompañaron en cada paso como Diego Forlán, Sebastián Domínguez, Gabriel Heinze, Luís Suárez, Denis y Alexis Rodríguez, el niño Torres, Johan Henderson, Martín Posse, Oscar Ustari, Ignacio Scocco, Leonardo Ponzio, Mauro Formica, Leandro Fernández, Fernando Belluschi, Lionel Messi, Sergio Agüero, Pablo Pérez, sus hijas.
El cierre fue para agradecer a esa gente que le brindó su corazón rojinegro: “Les quiero decir gracias a todos los leprosos por el apoyo que me dieron siempre, desde que empecé a jugar en esta cancha hace mucho tiempo, siempre me bancaron, pasamos momentos buenos y malos pero siempre estuvieron y es lo más importante. Salir a jugar acá es hacerlo en el patio de mi casa, el domingo que viene me va a costar ‘un huevo’ verlo por televisión y saber que no estaré más. Todo lo que empieza en un momento se termina“.
Se fue Maxi, la Fiera, el capitán, el ídolo, el referente, el experimentado, el de los goles importantes, el del campeonato, el de la gloria, el de alguna tristeza, el del éxtasis, pero, sobre todas las cosas, el del amor puro de ese hincha que tuvo en él a su representante dentro de la cancha, el que dejó millones para dar una mano. Se fue Maximiliano Rubén Rodríguez y hoy el hincha de Newell’s también está vacío.