En la entrevista Guillermo Chas destacó que “las empresas que son víctimas del cibercrimen se encuentran ante un doble daño: por un lado tienen que afrontar las pérdidas económicas ocasionadas por el delito pero, por el otro, se encuentran frente a lesiones en su reputación que repercute en la pérdida de confianza por parte de clientes e inversores”.
Según el especialista, “no es casual que en los últimos Informes Globales de Riesgos del Foro Económico Mundial los fallos y ataques en materia de ciberseguridad hayan sido catalogados como una de las principales amenazas mundiales para la próxima década, ubicándose al mismo nivel de las enfermedades infectocontagiosas, el daño medioambiental y los fenómenos meteorológicos extremos. El potencial lesivo del cibercrimen y los ciberdelitos es inconmensurable, teniendo en cuenta el alcance internacional, la relevancia transindustrial y el impacto público y económico que la acción de los delicuentes digitales puede ocasionar.”
“Durante 2020 asistimos a dos fenómenos muy interrelacionados entre sí: la digitalización forzosa de nuestra cotidianeidad, ya que la pandemia nos obligó a convivir rápidamente con escenarios virtualizados, como por ejemplo el teletrabajo, y, de la mano de esta nueva realidad, el incremento de los ataques virtuales que, según estadísticas locales y regionales, crecieron alrededor del 300% en el último año. En el ámbito empresarial, lo vertiginoso de los cambios combinado con la falta de preparación técnica y conocimiento humano para desenvolverse correctamente en este nuevo escenario generó un caldo de cultivo propicio para los casos de ciberdelitos.” afirmó Guillermo Chas.
“En este contexto, no es de extrañar que las empresas se vean afectadas, y cuando hablamos de empresas incluimos desde pequeños emprendimientos hasta grandes corporaciones. Si bien hoy en día es cierto que el cibercrimen se diversificó, por lo que prácticamente cualquier usuario de internet y de las tecnologías de la información y la comunicación se encuentra expuesto a los delitos cometidos a través de los medios virtuales, no es menos cierto que las empresas también sufren el auge de esta modalidad criminal” especificó Chas y, en esa línea, ahondó “en la actualidad muchos escuchamos que a un amigo, a un conocido o a un vecino le hicieron o le intentaron hacer alguna estafa o fraude virtual, a través de métodos de phishing, por ejemplo mediante cuentas que simulan representar a una entidad financiera o bancaria. Pero antes de esta masificación de la delincuencia informática, las empresas ya venían siendo objetivos predilectos de los cibercriminales. En definitiva, lo que cambia es el escenario pero la lógica delincuencial es similar: hay delincuentes que van por el carterismo en el mundo físico y tienen su correlato en los estafadores de poca monta virtuales, en tanto que también están los que roban grandes bancos o blindados en las calles, que son asemejables a quienes buscan peces gordos en el ámbito online.”
“El sector empresarial es un objetivo muy apetecible para ciertos cibercriminales que buscan un botín jugoso a la hora de ejecutar sus golpes. Son delincuentes estar más preparados, planificados y coordinados, y trabajan con mayor profesionalismo, conocimientos y capacidad operativa que el delincuente que se hace pasar por el asesor de un banco a través de una cuenta falsa de Instagram. Estos riesgos organizacionales no son novedad, y si bien las grandes compañías ya vienen trabajando en su prevención y control desde hace largo tiempo, son cada vez más las pequeñas y medianas empresas que entienden la peligrosidad del asunto y empiezan a tomar medidas” detalló el abogado egresado de la Universidad Católica Argentina.
“Con el crecimiento de la digitalización de la empresa se acrecientan también los riesgos y los directivos no pueden ignorar este nuevo escenario que se ha naturalizado tras la irrupción de la pandemia. Con la ampliación de permisos y facultades producto de la interacción digital entre la empresa y sus empleados, las vulnerabilidades aumentan y las organizaciones afrontan mayores posibilidades de un acceso indebido a los datos y activos digitales propios pero también a los de sus clientes o contratantes. Y no debe subestimarse la deslealtad que puede surgir en los propios empleados, que pueden operar desleal e ilícitamente comprometiendo a la empresa a la que pertenecen, especialmente ahora que pueden acceder desde sus dispositivos personales a información que antes era únicamente accesible desde las instalaciones de cada institución” manifestó Chas.
“Los tipos de amenazas que afrontan las empresas son variopintos, por lo que es fundamental que, así como en el último tiempo ha habido un crecimiento de la conciencia corporativa respecto a la importancia de contar con programas de integridad y compliance, también debe hacerse lo propio respecto de planes de prevención y mitigación de riesgos digitales, teniendo en cuenta que las pérdidas ocasionadas por la ciberdelincuencia son multimillonarias. En ese sentido, resulta también fundamental un abordaje conjunto del problema entre el sector privado y el sector público, con el propósito de actualizar la legislación y los mecanismos de investigación y persecución estatal de los ilícitos cometidos a través de estos medios” concluyó Guillermo Chas.
(*) Guillermo Chas es abogado y docente universitario. Realizó posgrados en Gestión Pública Local (Universidad Austral) y Derecho Penal Empresario (UCA), y es titular de Guillermo Chas & Asociados.