Ya se encuentra en funcionamiento el laboratorio de bioseguridad en el edificio del Instituto de Biología Molecular Rosario (IBR). Es el primer laboratorio con este nivel de complejidad en la zona de Rosario y en la provincia de Santa Fe.
En principio, el laboratorio será utilizado por los proyectos que dirigen los doctores Hugo Gramajo y Gabriela Gago, que involucran el uso del patógeno Mycobacterium tuberculosis. Asimismo, se espera que la disponibilidad de este laboratorio permita incorporar nuevas líneas de trabajo al IBR que hasta ahora venían siendo postergadas.
El nuevo espacio posee características edilicias particulares, como por ejemplo un sistema de aire altamente monitoreado, que posibilita que en el interior del laboratorio haya siempre presión de aire negativa, es decir que al abrir una puerta el aire siempre ingresa hacia adentro del laboratorio y de esta manera se impide el escape de agentes infecciosos, en caso de eventual accidente.
A su vez, el aire que sale del laboratorio es filtrado a través de filtros HEPA, con el objetivo de impedir que, en caso de producirse una fuga en alguna de las áreas, ésta no pueda traspasar al exterior del edificio. Las puertas son herméticas, asegurando que el espacio de laboratorio sea un espacio biocontenido. El laboratorio cuenta además con una autoclave de frontera, que permite esterilizar y así asegurar el descarte seguro del material contaminado.
Por otra parte, las medidas de seguridad del laboratorio se complementan con un buen uso del laboratorio así como también con una protección adecuada de los usuarios. El ingreso al laboratorio está restringido mediante el acceso con huella dactilar sólo al personal entrenado y capacitado.
De igual manera, los usuarios deben vestirse con la ropa protectiva en la antesala: mameluco de Tyvek, cubre zapatos, guantes especiales y barbijos. Dentro del espacio de laboratorio, los patógenos sólo pueden ser manipulados dentro de la cabina de seguridad biológica.
A saber, la inversión total fue de prácticamente medio millón de dólares. La mayor parte fue financiada por proyectos subsidiados a los investigadores –el National Institute of Health de Estados Unidos, la Fundación Bunge y Born y por la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica- aunque también sobre el final hubo un importante aporte de CONICET y de la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Fe.
Fuente: Rosario es más