La ciudad intenta avanzar con la vacunación del Covid-19 y mientras tanto busca prepararse para recibir a los estudiantes de nivel superior. Si bien las dudas todavía son muchas, desde diciembre del año pasado padres y tutores están a la búsqueda del lugar para alquilar.
Aunque a la incertidumbre de la crisis sanitaria se suman el ingreso y la organización de las clases (presenciales o no), entre otras cuestiones; es decir, embarcarse en un contrato de tres años como mínimo (establecido por la nueva ley de locación) requiere un análisis profundo, al menos para quienes se inician en la vida universitaria.
En este contexto, no asombra que la mayoría busque compartir gastos, lo cual explica que el producto estrella en esta primera temporada universitaria sea el departamento de dos dormitorios.
Entre los pedidos para alquilar, sobre todo cuando se trata de ingresantes de otras ciudades, juega un rol fundamental la ubicación de las unidades.
En general, el mercado de alquileres se ha ido regularizando y hay muy buenos augurios en relación a la vuelta de la actividad presencial en las universidades.
Desde la perspectiva de los corredores inmobiliarios, los valores de los contratos se deberían ir estabilizando en la medida en que se vayan equilibrando la oferta y la demanda.
Después de un año signado por profundos cambios e imprevistos (crisis sanitaria, nueva ley de alquileres, recisión de contratos, éxodo de los estudiantes, entre otras causas), la actualidad refleja un panorama más alentador.