En octubre del año pasado el dólar paralelo llegó a superar los $170. Esto fue producto de la enorme emisión monetaria potenciada por las medidas para paliar el confinamiento. A partir de ese momento, las autoridades económicas cambiaron de estrategia. El Tesoro nacional pasó a financiarse más con endeudamiento y menos con emisión.
Además, un comportamiento más conservador en el gasto público y la fuerte licuación que produjo la alta inflación hicieron que en el 1° cuatrimestre del año prácticamente no hubiera déficit fiscal primario. Esto permitió mantener el dólar paralelo en el entorno de los $150.
Casualmente, también en octubre del año pasado empezó a subir sostenidamente el precio de la soja (principal complejo exportador de la Argentina). Desde un valor relativamente bueno de U$S 380 la tonelada, en enero alcanzó los U$S 500 y llegó a los U$S 580 en la actualidad. Además, crecieron también los precios internacionales del trigo y el maíz, otros dos productos con alto impacto en las exportaciones. Se trata de excelentes noticias frente a la exacerbada escases de divisas.
¿Cómo impactó sobre las reservas del Banco Central este boom de precios de productos exportados junto con la menor emisión monetaria? Según los datos del Banco Central se observa que:
-En diciembre del 2019 las reservas de dólares llegaban a U$S 44 mil millones.
-En octubre del 2020 habían bajado a U$S 40 mil millones.
-En junio del 2021 están en U$S 42 mil millones.
Estos datos muestran que el alto precio de la soja no alcanza todavía para revertir la pérdida de reservas ocasionada desde que asumió el nuevo gobierno. El motivo no es que no hay liquidación de divisas (el Banco Central compró U$S 6 mil millones desde octubre a la fecha) sino que hubo que hacer frente a obligaciones en dólares del Tesoro (fundamentalmente con organismos internacionales) y del propio Banco Central (deudas en dólares que tiene con los bancos nacionales y extranjeros). A esto se suma la venta de divisas para pagar las importaciones. Por eso las reservas no crecen.
Los buenos precios internacionales, junto con la desaceleración del déficit fiscal y la emisión monetaria, están permitiendo pagar importaciones y honrar compromisos en dólares. Pero la situación del Banco Central y de la economía sigue siendo extremadamente precaria.
La desaceleración del déficit fiscal tiene como principal sostén la licuación (transitoria) de salarios y jubilaciones. La contrapartida de la menor emisión monetaria es el fuerte crecimiento de la deuda tanto del Banco Central (Leliq y pases) como del Tesoro (Letras). Con estos instrumentos se disminuye la emisión en el corto plazo, pero aumenta la emisión futura por los intereses que devenga esta deuda.
Lo que está quedando al desnudo es que ya ni el alto precio de la soja alcanza a compensar el creciente desorden del sector público. Los casos de impericia y desidia se siguen acumulando. El Congreso aprueba una ley reduciendo el impuesto a las ganancias de las personas humanas y, hasta ahora, no se instrumentó. Se demora 5 meses la actualización del Monotributo generando deuda a quienes estaban al día. Se amplían las zonas frías con la finalidad de profundizar la distribución indiscriminada de subsidio al gas, sumando más familias de altos ingresos al subsidio mientras una gran cantidad de pobres quedan excluidos porque no tienen gas en red. Lo más desalentador es que los errores del oficialismo se cometieron con el apoyo legislativo de la oposición.
La socarrona frase de que “Dios es Peronista”, aludiendo a que cuando gobierna el peronismo el precio de las exportaciones argentinas sube, tiene buenos sustentos. También que, con la mala gestión en las políticas públicas, estas oportunidades han sido históricamente desaprovechadas. La novedad, en el actual contexto, es que se ha llegado a tal nivel de degradación que ni con la suerte de buenos precios internacionales alcanza.
Fuente: IDESA
Por C.P.N. Leonardo H. Piazza