Por primera vez en la historia, Brasil -el llamado país del carnaval- no tendrá carnaval: los desfiles más grandes del mundo, las fiestas callejeras interminables y hasta los feriados por la llegada del Rey Mormo fueron supendidos por la pandemia de coronavirus, algo que ni siquiera había logrado la ola de la gripe española en la Río de Janeiro de 1919.
La pandemia del coronavirus no sólo provoca una crisis sanitaria, funeraria y económica sino que también ha devastado la industria de carnaval en Brasil, que moviliza 1.500 millones de dólares en todo el país, con turismo, fiestas, venta de bebidas y la confección de disfraces y hasta la carpintería de las carrozas de las escuelas de samba, según datos de la Confederación de Comercio y Servicios (CNC).
Río de Janeiro, sede del mayor espectáculo de la Tierra, como se conoce el desfile de escuelas de samba del sambódromo Marques de Sapucaí, no sólo llora a los muertos de la Covid-19, sino que llora toda la industria del carnaval, sobre todo las comunidades de favelas que viven de esta fiesta monumental. Costureras, luthiers, carpinteros, músicos, técnicos, electricistas. Son 25.000 personas dedicados a hacer los desfiles funcionar.
Para los brasileños, el Carnaval comienza dos o tres semanas antes, con las comparsas callejeras en acción los fines de semana y los ensayos en los galpones de las escuelas de samba, verdaderos centros de percusión y baile popular que son la esencia, el ADN que forma parte del alma de este país de 216 millones de habitantes.
Para evitar aglomeraciones, todas las ciudades prohibieron los feriados de Carnaval, con la expectativa de que en julio -durante el mes de las vacaciones escolares- pueda ocurrir la fiesta pero fuera de época. El silencio del No Carnaval se sentirá principalmente en Río de Janeiro, Salvador, Recife y San Pablo.
“El carnaval en las calles es el carnaval fuerte de Brasil, donde se ven las disputas de clase. En Río de Janeiro había un carnaval de la alta sociedad, en salones, pero en contrapartida el pueblo disputó y ganó la calle, que es una disputa aguda en el carnaval. Río de Janeiro quiso tener una formación eurocéntrica pero el carnaval lo transformó en la cara del pueblo“, dijo el historiador Luis Antonio Simas, especialista en cultura popular.
Según Simas, el carnaval siempre fue político, desde 1880, cuando se ponía la cuestión de la abolición de la esclavitud hasta la transgresión de cuestionar a la dictadura o la familia del presidente Jair Bolsonaro.
Para los brasileros se dice que el año no comienza el 1 de enero, sino “después del Carnaval”, que este año no tendrá celebraciones tradicionales.
Télam