Por quinto año consecutivo, la Real Academia Española (RAE) actualiza su diccionario en línea y este 2021 incorpora más de 3.800 modificaciones en términos como poliamor, transgénero, gentrificación, bot, criptomoneda o bitcoin, acepciones que fueron ampliadas en sus sentidos tradicionales o formales o incluso incorporadas por primera vez al registro lingüístico, dando cuenta de cómo los hablantes -quienes en definitiva construyen la lengua- asimilan los cambios de época.
En esta nueva edición en línea del “Diccionario de la lengua española” se realizaron 3.836 acepciones, adiciones y enmiendas relativas a tecnología, gastronomía, géneros, sexualidades, y como no podía ser de otro modo, derivadas de la pandemia, tales como cubrebocas o hisopado.
La lengua es dinámica y cambiante, y en ese movimiento los hablantes son los primeros en transformarla. ¿Cómo se negocia, se resiste, se apropia, se reinventa una lengua que hablan 600 millones de personas en 22 naciones distintas? Está claro que en esa variedad está su riqueza y por eso -se dice- la lengua siempre está en disputa. En ese juego de disputas están las convenciones, los académicos, los guardianes del buen uso o quienes, al contrario, tuercen sus formas para construir nuevos sentidos a partir de aquella hipótesis whorfiana de que la lengua determina el pensamiento y la realidad.
La lengua no es un territorio neutral que les pertenece sólo a los claustros del conocimiento especializado. “En la lengua -como dijo en ese discurso memorable la escritora María Teresa Andruetto al cierre del Congreso de la Lengua Española en Córdoba, en 2019- se libran batallas, se disputan sentidos, se consolida lo ganado y los nuevos modos de nombrar, estos que aparecen con tanta virulencia y vuelven visibles los patrones de comportamiento social“.
La actualización 23.5 que responde al balance de este 2021 de la mayor obra lexicográfica académica, la RAE incorpora modificaciones que escapan a la mera convención u orden lingüístico porque funcionan como expresión del clima social, de un signo de época, de significados que se comparten en charlas de café, en la calle, en el transporte. Claro que esa adhesión no está exenta de conflictos, de omisiones u ausencias. En la medida que se considera a la RAE como la principal institución oficial de preservación del español, sus incorporaciones hablan sobre un tiempo.
ALGUNOS EJEMPLOS
Así ocurre, por ejemplo, con dos palabras que vienen de dos campos que instalan debates sociales con usos públicos y políticos, el de los géneros y las sexualidades. Si bien la RAE se ha pronunciado en contra del lenguaje no binario, no desechó términos que transitan en los discursos de las personas, por ejemplo, como poliamor para referirse a “relación erótica y estable entre varias personas con el consentimiento de todas ellas” o las adiciones a la palabra transgénero que se la identifica como “dicho de una persona: Que no se siente identificada con su sexo anatómico“.
Otros dos términos que la RAE agregó adiciones de artículo son cisgénero o pansexualidad, en la primera en vinculación a “dicho de una persona” que “se siente identificada con su sexo anatómico“, mientras que pansexualidad se define como “atracción sexual hacia cualquier individuo u objeto“, entre otras breves definiciones que incorpora el diccionario a propósito de estos términos.
Las palabras coloquiales, esas que los hablantes usan en la cotidianidad de manera informal, también tienen lugar en esta edición: búho, en referencia al colectivo nocturno, un uso regional de España; o las adiciones de acepción de entradas como empanado (de distraído) o rayar, esta última asociada a la obsesión o la preocupación excesiva.
Y como el habla no le corresponde únicamente a las instituciones ni a los saberes especializados, el ADN dejó para de ser simplemente el “ácido desoxirribonucleico” para incorporar como adición ese sentido que circula en las conversaciones informales que lo considera como “esencia, naturaleza de alguien o de algo“.
Télám