El Ministerio de Salud de Santa Fe, a través de su Agencia de Control del Cáncer, brindó recomendaciones para la Prevención del Cáncer de Piel recordando que este tipo de cáncer es uno de los más frecuentes en la población mundial, y que existen medidas que se pueden adoptar para prevenirlo.
El factor de riesgo más importante es la exposición a las radiaciones ultravioletas (UV) del sol y otras fuentes artificiales como las camas solares. Además, no debemos olvidar que el daño solar es acumulable. “Dentro de los distintos tipos de cáncer de piel, el melanoma es el menos frecuente pero el más agresivo. Sin embargo, tratado tempranamente tiene más de un 95 por ciento de cura”, explicó la directora de la Agencia de Control del Cáncer, Graciela López de Degani.
“El daño solar es acumulable, por lo que las exposiciones reiteradas pueden producir un envejecimiento prematuro, lesiones precancerosas y hasta cáncer de piel”, remarcó la profesional y agregó: “Sin embargo el cáncer de piel es fácilmente prevenible, para eso hay que mantener recaudos a la hora de exponerse al sol”.
Las recomendaciones se deben tener en cuenta al momento de esparcimiento al aire libre, así como quienes realicen ejercicios o trabajen a la intemperie.
– Evitar la exposición solar directa de 10 a 16hs.
– Los bebés no deben exponerse al sol hasta cumplir un año
– Usar protector solar no menor a FPS 30 y renovarlo cada dos horas
– Protegerse del sol usando ropa clara, gorras y anteojos
– Prestarle atención a los cambios en tu piel y visitar al dermatólogo/a una vez al año
A su vez, existen algunos signos a los que se debe prestar atención y que son motivo de consulta profesional: “Cuando aparecen manchas inicialmente planas rosadas o rojizas, ásperas al tacto y que se vuelve cada vez más rugosas o escamosas. Este tipo de lesiones se ven especialmente en la cara, en el dorso de las manos, en el labio inferior y en las orejas y deben ser controladas”, señaló la directora.
Entre otras pautas de alarma mencionó: la aparición de bultos en la piel que crecen en forma sostenida en el tiempo; lastimaduras en la piel que no cicatrizan a pesar de un tratamiento correcto; heridas sangrantes, costrosas, no provocadas por un traumatismo previo; un lunar que cambia de coloración, sus bordes se vuelven irregulares, es asimétrico y crece (generalmente de tamaño superior a 6 mm) o un lunar que pica o se inflama.