Aunque noviembre cerró con una inflación del 2,4%, el IPC está respaldado por una metodología cuestionable y una canasta desfasada. ¿Actualizarla cambiaría el panorama?
En noviembre, la inflación registró una desaceleración, alcanzando un incremento mensual del 2,4%, según el último informe del Indec. Con este resultado, los precios acumulan un aumento del 112% en lo que va del año.
Sin embargo, estos valores han sido objeto de controversia, ya que numerosos sectores perciben que los aumentos informados no se corresponden con la variación de precios que enfrentan en sus consumos habituales. Esto puede explicarse por la metodología del Índice de Precios al Consumidor (IPC), que no mide los hábitos de consumo individuales, sino que se basa en el promedio ponderado de las variaciones de precios de una canasta teórica de bienes y servicios diseñados para representar el patrón de gasto promedio de los hogares en el país.
Inflación nacional (IPC)
Variación mensual en porcentaje (%)
Fuente: LP CONSULTING en base a INDEC
¿Cómo se construye el índice que mide la inflación?
Dado que los patrones de consumo varían entre los hogares tanto en los artículos que adquieren como en las cantidades, resulta inviable medir de manera individual el gasto de cada uno para evaluar el consumo general.
El índice que mide la inflación, como el Índice de Precios al Consumidor (IPC), se construye siguiendo una metodología estadística que busca reflejar las variaciones promedio de precios de bienes y servicios consumidos por los hogares en un periodo determinado. Aquí están los pasos principales de su construcción:
- Definición de la canasta de bienes y servicios
Base conceptual: La canasta incluye productos y servicios representativos de los hábitos de consumo promedio de los hogares.
Selección: Los bienes y servicios se determinan a partir de una Encuesta Nacional de Gasto de los Hogares (ENGHo), que identifica en qué gastan su dinero las familias.
Categorías: Se agrupan en rubros como alimentos, transporte, vivienda, educación, salud, etc.
- Asignación de ponderaciones
Cada producto o servicio recibe un peso relativo en la canasta, basado en la proporción del gasto que representan en el presupuesto promedio de los hogares.
Ejemplo: Si las familias destinan el 30% de sus ingresos a alimentos, este rubro tendrá un peso significativo en el índice.
- Recolección de precios
Periodicidad: Se realiza mensualmente en comercios, mercados, proveedores de servicios y otros puntos de venta representativos.
Cobertura geográfica: Se recolectan datos en diferentes regiones del país para reflejar variaciones locales.
Estándar de calidad: Se establece un protocolo para recoger los precios de productos idénticos o comparables en características y calidad.
- Cálculo del índice
Fórmula básica: Se utiliza un índice de Laspeyres, que mide la variación en el costo de la canasta base en función de los precios actuales.
- Publicación del resultado
Se calcula el IPC mensual, que mide la variación respecto al mes anterior, y el IPC interanual, que compara los precios con el mismo mes del año anterior.
También se publican desgloses por rubros (alimentos, transporte, etc.) y regiones.
Midiendo la inflación con un enfoque que no se ajusta a los tiempos actuales
El cálculo del IPC enfrenta un desafío metodológico clave: las ponderaciones de su canasta no se han actualizado en años, lo que impide reflejar adecuadamente los cambios en los patrones de consumo de los hogares. Actualmente, estas ponderaciones siguen basándose en los datos obtenidos de la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) 2004-2005, lo que genera una distorsión en la medición del costo de vida, dado que los hábitos de consumo han experimentado transformaciones significativas desde entonces.
La actualización del IPC es una tarea compleja que requiere la incorporación de nuevas ponderaciones que reflejen los comportamientos actuales de gasto. En este contexto, el Indec está trabajando en la revisión del índice, utilizando los resultados de la ENGHo 2017-2018, cuya metodología ha permitido capturar los cambios recientes en las estructuras de consumo. Esta actualización es crucial para mejorar la representatividad del índice, ya que los hogares actuales destinan un porcentaje mayor de su ingreso a servicios en lugar de bienes materiales.
Según los datos de la ENGHo 2017-2018, se observa una reducción en la participación de los bienes, como alimentos y electrodomésticos, y un incremento en los servicios, especialmente aquellos relacionados con la tecnología y la conectividad. Entre los cambios más notables se encuentra la creciente relevancia de los servicios digitales, como plataformas de streaming, telefonía móvil y servicios en línea, que han experimentado un auge en los últimos años debido a los avances tecnológicos y los cambios en las preferencias de consumo. Esto contrasta con el declive de gastos en productos obsoletos como el alquiler de películas o el uso del fax.
Adicionalmente, la composición del gasto en alimentos también ha cambiado. Si bien la proporción destinada a alimentos y bebidas no alcohólicas ha disminuido, el gasto en restaurantes y comidas listas para consumir ha aumentado significativamente. Este cambio refleja una mayor demanda de servicios de comida rápida y la preferencia por la conveniencia de los productos alimenticios listos para consumir, impulsada por el ritmo de vida moderno.
En paralelo, las categorías de vivienda, transporte, comunicaciones y los servicios de electricidad, agua y combustibles han aumentado su peso en la canasta, en parte por los aumentos en los costos de servicios públicos y el mayor gasto en transporte, dado el aumento de los precios de los combustibles y los costos asociados a la movilidad urbana.
La actualización de las ponderaciones del IPC busca reflejar con mayor precisión los cambios en el consumo de los hogares y ajustarse a las realidades del siglo XXI. Este proceso metodológico incluye una revisión detallada de las encuestas de consumo, la actualización de los productos y servicios representativos en la canasta, y la recalibración de las ponderaciones de cada ítem para garantizar que el índice sea más representativo del impacto real de la inflación sobre los hogares, especialmente en contextos de alta inflación o alteraciones económicas estructurales.
En términos técnicos, el objetivo de esta actualización es mejorar la calidad y la confiabilidad de los índices de precios, lo que permitirá una mejor toma de decisiones tanto en el ámbito económico como en la política pública, brindando a los analistas y responsables de la formulación de políticas una herramienta más precisa para evaluar la evolución de los precios y su impacto en el bienestar de la población.
Si cambiamos la composición de la canasta, ¿cambian los índices?
Actualizar la canasta del IPC no es un simple ajuste técnico; tendría un impacto significativo en los resultados.”
Según estudios realizados por distintas Consultoras, si el Índice de Precios al Consumidor (IPC) se ajustara para reflejar los patrones de consumo actuales, la inflación de noviembre no habría sido del 2,4%, sino del 2,6%. Aunque esta diferencia puede parecer pequeña, tiene implicancias sustanciales, especialmente cuando se analizan metas de política económica, como el objetivo presidencial de reducir la inflación a cero.
Por ello, es fundamental que este proceso de actualización se realice de manera objetiva, sin influencias políticas.
La actualización de un indicador clave como el IPC no debe estar sujeto a la presión de mostrar cifras más bajas en los informes oficiales. La integridad de las estadísticas públicas, y en particular la credibilidad del IPC, depende de que los datos reflejen con precisión la realidad económica que experimentan los hogares. Cualquier distorsión en estos indicadores comprometería la transparencia y la confianza en las políticas económicas que se implementan, dado que el IPC es una herramienta clave para la formulación de decisiones económicas y la evaluación del impacto de las políticas públicas.
Fuente: LP CONSULTING