El Chanel N°5, la emblemática fragancia creada por “la gran nariz” Ernest Beaux para la diseñadora francesa Coco Chanel, cumple cien años y sigue siendo una de las más elegidas del mundo.
“Un perfume para mujer que sabe a mujer. Sin olor a rosa ni a lirio de los valles. Pero algo elaborado, que queda en ti”: así definía Coco Chanel, en 1920, durante unas vacaciones en la Costa Azul, la que quería que se transformara en “su” fragancia.
Su interlocutor no era otro que el químico Beaux, quien había crecido en San Petersburgo, donde se padre había trabajado para los zares.
Estos dos perfeccionistas trabajaron durante meses para crear un perfume que devino en ícono de excelencia y elegancia.
El nombre surgió porque Beaux le presentó a la diseñadora diez muestras de fragancia y ella optó por la N°5.
El 5 de mayo de 1921 se presentó en sociedad y cien años más tarde se mantiene entre los perfumes más vendidos en el mundo, además de haber sido el único que atravesó un siglo sin haber perdido un ápice de su encanto.
Para la ocasión, dos libros reconstruyen los hechos que rodearon su nacimiento y éxito: “Coco Chanel. Unica e insustituible”, biografía de la periodista Roberta Damiata (Editorial Diarkos) y “Chanel N°5. El perfume del siglo”, de Chiara Pasqualetti Johnson (Editorial White Star), con fotografías e ilustraciones, que sale a la venta el 5 de mayo próximo en cuatro ediciones internacionales (francés, inglés, italiano y alemán).
¿Qué pregunta?…dijo Marilyn
El perfume se convirtió en un mito acaso por las palabras de la actriz Marilyn Monroe, cuando en una entrevista en 1952 respondió con franqueza: “¿Qué llevo puesto en la cama? Qué pregunta, Chanel N°5, por supuesto”.
Fue un producto acertado desde el principio, un emblema de esa nueva feminidad que Coco Chanel supo construir con pinceladas de elegancia, imprescindibles vestidos tubo y el uso de tejidos cómodos como el jersey, que hacían libres a las mujeres.
Su esencia también tenía que ser así: sin lujos, sin inclinaciones dulces (como estaba de moda en las fragancias y en la idea de mujer por esos años), sino tenaz, independiente, nada frágil.
Según la reconstrucción de Damiata en su libro, la primera en sugerir la idea de un perfume podría haber sido Misia Sert, reina de los salones parisinos, a la que Grabielle (Coco) estaba muy ligada y a quien le debía mucho.
Pero fue en el verano de 1920, cuando el gran duque Dimitri Pavlovich le presentó a Beaux, uno de los primeros químicos que utilizó aldehídos y perfumes sintéticos, que el proyecto pudo realizarse.
Coco quería algo absolutamente diferente, deslumbrante. La inspiración inicial, según el libro, era aparentemente “el olor de la piel en las manos de su madre, lavandera de la Provenza”.
El químico trabajó para ella en un “bouquet” a base de de almizcle y jazmín, que en su momento evocaba provocativamente la sensualidad de cortesanas y prostitutas, creando dos series de muestras numeradas del uno al cinco y del veinte al veinticuatro.
Incluso este procedimiento era revolucionario porque, hasta el momento, solo se habían lanzado perfumes que contenían una sola esencia. La elección de Coco fue la N°5, casualmente, su número de la suerte.
Por eso, decidió lanzar su fragancia el quinto mes del año, en el marco de su nueva colección, y lo llamó, simplemente, Chanel N°5: el primer perfume en la historia que llevó el nombre de su creadora.
La diseñadora era un verdadero genio del marketing mucho antes de que esta disciplina existiera: logró convertir a su fragancia en un objeto de deseo. Diseñó un frasco en cristal casi minimalista (como su idea de elegancia, basada en restar en lugar de agregar), geométrica y racional (en concordancia con las corrientes artísticas del momento). La botella era disonante con las que se comercializaban hasta el momento, absolutamente barrocas.
Sin embargo, no la puso en venta. Fue un regalo para varios clientes adinerados, “un regalo personal que los elevaba a una posición de privilegio “, escribe Damiata.
¿Cuál fue el resultado? Mucho antes de su debut en los escaparates de la boutique ubicada en el número 31 de Rue Cambon, las señoras más “chic” de la alta sociedad parisina competían por tener su Chanel N°5.
Y con ese envase llegó también la necesidad de una marca: la famosa doble C que desde aquel momento hizo icónico todo lo que firmó Coco.
El resto es historia: desde el nacimiento en 924 de la nueva Societé des Parfums Chanel a las fotos de los soldados estadounidenses que hacían filas durante horas en París para llevar a casa al menos un frasquito de la elegancia y del lujo europeos.
Luego, llegaron las serigrafías de Andy Warhol, inspiradas en las publicidades del perfume. Pero especialmente, la publicidad de la fragancia estuvo, década tras década, en los rostros de las divas que, fotografiadas o dirigidas por grandes maestros, desde Ridley Scott a Baz Luhrmann, durante un siglo prestaron su rostro para esa fragancia única y atemporal.
Fuente: ANSA.