“Notas en un diario”, de Osvaldo Aguirre, fue publicado por UNR Editora. Dividido en cuatro partes, el libro pertenece a la Colección Confingere. Adentrarse en el texto implica recorrer algunos pasos que el autor dio como cronista policial para el diario decano de la ciudad. Como una autobiografía laboral, se invita a un camino en donde las balas, los ajustes de cuentas, los robos, se corren para conocer qué hay más allá de la oscuridad y la crudeza de relatos de esa índole. El texto fue publicado originalmente en 2006, tras haber resultado ganador en la categoría no-ficción del concurso literario Ciudad de Rosario.
En diálogo con Impulso, el autor destacó: “El libro tiene un primer relato largo donde cuento acerca de los primeros meses como cronista policial en el diario, pero después incorporo unas notas que tomaba al salir a la calle”. Aquellos registros remiten a diálogos con policías, víctimas, vecinos, y demás actores sociales que terminaban de contextualizar la crónica. Sin embargo, eran detalles que no se publicaban, “porque no tenían que ver con la noticia en sí, sino con las historias de vida de los personajes”.
Aguirre finalizó la carrera de Letras en la Universidad Nacional de Rosario. Sin embargo, poca gracia le hacía dedicarse de lleno a las propuestas convencionales que el título le otorgaba. Por tal motivo fue más allá y ahondó en las profundidades del periodismo. A principios de los 90, al iniciarse como cronista policial, el autor se mostró impactado por conocer una ciudad totalmente invisibilizada. Su libro se divide en cuatro partes (El borrador de la historia, Oraciones fúnebres, Retratos hablados, y Notas en un diario), y penetra en la total experiencia del redescubrirse constantemente en un sinfín de historias de las más crudas para narrar.
LUGARES, CUESTIONAMIENTOS Y PERSONAJES. Cada persona que se dirigía al joven periodista para comentarle lo sucedido, lo hacía desde su máxima intimidad. “No había filtros, se podía ingresar a la casa, y desde allí me relataban los sucesos tratando de comprender circunstancias que les tocaban atravesar”, manifestó Aguirre. Una vez allí, la crudeza se hacía carne. “Siempre me llamó la atención el modo en que alguien enfrentaba una situación extrema, como ser víctima, familiar de una víctima o victimario; el hecho produce una especie de agujero de sentido porque no se puede explicar, y cuando eso pasa, se agudiza la necesidad de comprender, explicar, justificarse”, mencionó. Por otra parte, la capacidad de resiliencia también se hacía presente poniendo otros detalles en auge.
A su vez, aparecía la responsabilidad y la problematización del rol del periodista frente a una realidad como esa. “En situaciones así, está la policía, los delincuentes, los vecinos, víctimas, victimarios, y de repente aparece el lugar del periodismo, qué hace y cómo lo hace”, refirió, haciendo hincapié en que aún son cuestionamientos que continúan surgiendo.
EL ROL DEL PERIODISTA. En los albores del periodismo policial, toda la información circulaba a partir de la propia policía. Más tarde, comenzó a producirse un cambio en donde el periodismo “se dispuso a prestarle atención a otros personajes de la crónica”. Sin embargo, en los relatos, el discurso estereotipado del lenguaje policial continuaba completando cada fragmento.
“Hoy la situación del periodismo está atravesada por cuestionamientos respecto del modo en el que se tratan determinadas temáticas, y que inconscientemente reproduce estereotipos y lugares comunes”, sentenció el escritor. Estas cuestiones se ejemplifican con lo que sucede actualmente con la violencia de género y el tratamiento de la misma desde la crónica policial. “Más allá de hablar de crímenes pasionales al mencionar asesinatos de mujeres, la crítica también aparece al visualizar incorporaciones de lugares comunes sobre la mujer, las relaciones de pareja, o justificaciones que aparecen en torno a violaciones y crímenes”, resaltó.
Desde un lugar de deconstrucción y construcción constante, Aguirre pone en jaque el rol del cronista policial y del periodismo en su totalidad. Comprometerse con cada historia, humanizar cada relato, se vuelve fundamental para generar un escrito, en donde la responsabilidad de lo que se dice y cómo se dice, continúa siendo un repensar frecuente para lograr un trabajo fidedigno.