Si tenemos ganas de descorchar algún vino “entre fiestas”, desde BordeRío recomiendan una copa de vino rosado.
Comodín por naturaleza, el vino rosado es perfecto para beberlo solo, como aperitivo y en las previas de las comidas, o con un sinfín de elaboraciones gastronómicas livianas, delicadas y sin demasiado tenor graso.
Estamos en tu verano y nuestro cuerpo lo sabe. Por eso, un buen rosé, con tenor alcohólico bajo y una refrescante acidez, será una óptima opción para deleitar el paladar luego de las intensas comidas navideñas. A continuación, les aconsejamos maridajes frescos para replicar en casa.
Vino rosado y sushi
Inigualable sensación. Van de la mano. Brindan una combinación súper fresca, amena, delicada y atinada. Las piezas de salmón, fundamentalmente, se entenderán de maravillas con el líquido báquico rosa.
En relación a los pescados, más allá del sushi, los rosados Estilo Provence (color muy tenue, alcohol bajo y acidez bien envolvente) aromizan con pescados magros y frutos de mar. Las siempre de moda ensaladas de camarones o que mixean vegetales con mariscos, piden una copa de rosado para acompañar. Los elaborados a base de Malbec, Merlot y Pinot Noir son los indicados para la ocasión.
¿Podemos combinar este tipo de vino con pescados grasos? Sí, por supuesto. En este caso, necesitaremos un rosado de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc o, porqué no, Tannat. Con mayor carga tánica y coloración (sin perder frescura ni acidez), los podemos maridar con salmón rosado, trucha y algún rico pescado de río.
Vino rosado y picada
De las mejores combinaciones enogastronómicas. Las picadas pican en punta en el verano (de día y de noche) y se llevarán de diez con los rosés. Ya dijimos que son versátiles, camaleónicos y se adaptan a diferentes preparaciones.
A la hora de las picadas, que tienen una gran variedad de quesos y embutidos de todo tipo, color y textura, la frescura y frutosidad de estos vinos serán el complemento indicado para potenciar los sabores en el paladar.
Vino rosado y carnes magras
Un pollo al curry o un solomillo de cerdo, carnes que en tiempos calurosos salen con mayor frecuencia al horno o las brasas, irán de la mano con los rosados. Por concordancia, ambos productos tendrán complejidad media y potenciarán sus características organolépticas.
Si a estas carnes les ponemos, incluso, mix de especias (al pollo ya le agregamos curry), encontrarán en el rosé el vino perfecto para bajar el picor. Es una gran recomendación que jamás falla.
Vino rosado y arroces
Sumamos otro maridaje interesante. En épocas en las que el bife de chorizo y el ojo de bife quedan de lado, los risottos son prácticos, ricos y muy versátiles como los vinos rosados. Pensemos en un arroz con mariscos, con hongos o panceta. Tentadoras propuestas para ir en tándem con un vino fresco y sin paso por barricas.
Vino rosado y los infalibles
Rabas, bruschettas de salmón, ensaladas verdes con queso brie, tostadas con palta y tomates cherry, entre otras comidas de moda, harán una pareja imbatible con los rosados. Mucha frescura, mucha sutileza y mucha agilidad para el paladar.
Vino rosado, el comodín. A modo de síntesis, hacemos una defensa holgada de este vino que hoy es uno de los más buscados en las góndolas de las vinotecas, justamente, por su versatilidad. Podemos beberlo solo o con numerosas elaboraciones de intensidad baja o media. Si, además, tiene una coloración más pronunciada y taninos firmes, hasta nos podemos animar con carnes rojas y un guisado.
Fuente: Mariano Fresco para BordeRío